"En la Eucaristía se realiza el memorial de la Nueva Alianza, en la que Cristo se unió para siempre a la Iglesia, su esposa amada por la que se entregó. Es, pues, conveniente que los esposos sellen su consentimiento en darse el uno al otro mediante la ofrenda de sus propias vidas, uniéndose a la ofrenda de Cristo por su Iglesia, hecha presente en el Sacrificio Eucarístico, y recibiendo la Eucaristía, para que, comulgando en el mismo Cuerpo y en la misma Sangre de Cristo, "formen un solo cuerpo" en Cristo ". "[1]

INTRODUCCIÓN

"Si bien esta misión nos reclama una entrega generosa, sería un error entenderla como una heroica tarea personal, ya que la obra es ante todo de Él, más allá de lo que podamos descubrir y entender. Jesús es « el primero y el más grande evangelizador ». En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios, que quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu."[2]

OBJETIVO

Al finalizar el tema las parejas conocerán sobre:

1) La preparación del matrimonio.

2) Los medios para una pastoral prematrimonial.

3) La celebración del sacramento del matrimonio.

4) La celebración y fiesta litúrgica del matrimonio.

5) El discernimiento entre la exigencia y la misericordia.

6) La importancia de la participación.

DESARROLLO

a) Los objetivos por sesión son:

Sesión   9 objetivos del 1 al 3

Sesión 10 objetivos del 4 al 6

b) No se incluyen en este capítulo ninguna cita bíblica.



[1] Catecismo de la Iglesia Católica 1621

[2] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A LOS FIELES LAICOS, extracto del numeral 12.


Encuentro con la vida

1.5.1. La Iglesia y los tiempos actuales.

No está lejos todavía el tiempo en que, para celebrar un sacramento, bastaba dirigirse a la iglesia y comunicarlo al sacerdote. Se daba por supuesto que quienes pedían el sacramento tenían las disposiciones de fe y libertad, de conocimiento y compromiso que un sacramento supone. Es cierto que, ya hace algún tiempo, los párrocos hacían una especie de «examen de doctrina católica» a los que querían contraer matrimonio. Pero no puede decirse que esto supusiera una verdadera pastoral y preparación del matrimonio.

 Ha pasado ya el tiempo de la «Iglesia de cristiandad». La mayoría de los pastores y fieles somos conscientes de que ni todo bautizado de niño es ya un cristiano convertido, ni todo el que pide un sacramento tiene la fe, ni todo el que tiene una fe es necesariamente un creyente cristiano. Hay muchos que piden casarse por la Iglesia movidos por múltiples motivos que, en sí mismos, son insuficientes, aunque sean explicables de su actitud. Unos lo hacen movidos por la costumbre, otros por la solemnidad de la ceremonia, otros por las instancias y casi obligación familiar, otros por asegurarse el que todo esté según el orden previsto... Gracias a Dios, en los últimos años posconciliares se ha ganado en libertad y consciencia respecto al sacramento del matrimonio. El matrimonio civil ya no se considera como una «denigración pública»; en los padres, en la sociedad y en el ambiente existe un mayor respeto y libertad por las diversas opciones.

1.5.2. Preparación para el sacramento del matrimonio.

De cualquier forma, es evidente que para la Iglesia se imponen dos actitudes fundamentales: el ofrecer y exigir una preparación adecuada para la celebración del sacramento, y el distinguir entre las diversas situaciones de fe de los sujetos que piden el sacramento. En concreto, respecto a estas situaciones hay que distinguir entre bautizados «creyentes» (que han venido a tener fe verdadera) y bautizados «no creyentes» (porque no han venido a creer nunca o han perdido totalmente la fe). Más aún, puesto que la «línea divisoria» entre la fe y la no fe no siempre resulta clara, es preciso distinguir también entre bautizados que tienen una religiosidad sin referencia explícita a Cristo, y bautizados que tienen una religiosidad referida a Cristo. Según estas distinciones, y teniendo en cuenta la dificultad de «medir» así como el riesgo de clasificar, nos parece que la mayoría de los casos pueden encuadrarse en estas tres situaciones fundamentales:

a) la de los que profesan explícitamente la fe y desean vivirla con sinceridad: bautizados creyentes;

b) la de los que manifiestan alguna fe mínima, con frecuencia llena de ambigüedades y contradicciones, pero sin ninguna incidencia en la vida: bautizados con fe insuficiente;

c)  la de los que no creen ni quieren creer y explícitamente se declaran no creyentes, manifestando un rechazo positivo de la Iglesia: bautizados, no creyentes.


 

Profundización en el sentido

1.5.3. Medios para una pastoral prematrimonial.

Los medios deben adaptarse siempre a las diversas situaciones. Con todo, y por regla general, cabe distinguir entre preparación «remota» y preparación «próxima».

Entendemos por preparación «remota» aquella que se da a lo largo de la vida, desde la niñez hasta la juventud adulta, y en la que se van conjugando experiencias, conocimientos y testimonios en la línea de los valores del matrimonio. Los responsables de esta preparación son la familia (experiencia y testimonio de vida), las instituciones educativas (instrucción y orientación humana y psicológica) la misma Iglesia (valores humanos y cristianos del matrimonio).

1.5.4. Preparación próxima.

En segundo lugar, hay que insistir en la preparación "próxima»... Esta preparación fue exigida siempre por la Iglesia de una u otra forma. El mismo Derecho Canónico pedía un «examen» o interrogatorio previo (can. 1.020), que hoy explica de forma más adaptada el nuevo Código. Esta preparación es tanto más necesaria cuanto que han cambiado radicalmente las circunstancias y actitudes de quienes piden el sacramento. La preocupación se centra según esto, no tanto en los «impedimentos», cuanto en el «impedimento»: la falta de fe y la incapacidad para asumir los compromisos del matrimonio cristiano.

Ahora bien, si ésta es la necesidad, ¿cuál es la respuesta y los medios que ofrece la Iglesia? La respuesta no puede ser otra que la evangelización, la catequesis, la integración en la propia vida de los valores cristianos del matrimonio.

Ya el Ritual afirmaba: «Casarse por la Iglesia o en el Señor es una auténtica confesión de fe ante la comunidad cristiana reunida, que exige de los novios una madurez en la misma fe y que necesita una adecuada catequesis... Y la Familiaris consortio dice: «la preparación próxima comporta:

- Desde la edad oportuna y con una adecuada catequesis, como en un camino catecumenal. 

- Una preparación más específica para los sacramentos, como un nuevo descubrimiento».

1.5.5. Catequesis sacramental.

Y es que para la Iglesia la catequesis de preparación sacramental no es una añadidura al sacramento, es parte integrante del mismo proceso sacramental, por el que los creyentes orientan dinámicamente su vida hacia ese momento culminante en el que el compromiso se hace gesto litúrgico, lo creído se expresa, y lo vivido se hace fiesta en la comunidad, cobrando pleno sentido en la celebración.

1.5.6. Contenido de la catequesis sacramental.

Es evidente que los contenidos y medios para esta preparación pueden ser diversos según las circunstancias. Normalmente deben, suponer el encuentro personal y el encuentro o proceso en grupo. Y se llamarán «cursillos prematrimoniales», o «encuentros de preparación al matrimonio». Sea como sea, deben tenerse en cuenta estos contenidos centrales:

· amor humano y matrimonio

· sexualidad, eros y ágape en el matrimonio

· matrimonio, bautismo y fe

· sacramentalidad del matrimonio

· misterio y sentido del sacramento

· cualidades esenciales del matrimonio: unidad, indisolubilidad, matrimonio y compromiso social

· celebración del sacramento del matrimonio.

La catequesis estrictamente sacramental debe corresponder a la etapa de «preparación inmediata», que tiene lugar en los últimos meses, semanas o días.

1.5.7. Celebración del sacramento del matrimonio.

Es claro que, aunque la Iglesia llegara a poner todos los medios a su alcance para despertar en los novios una actitud de fe suficiente, nunca podría asegurar la desaparición de las diversas situaciones de fe que señalábamos como contradictorias con el contenido y el sentido del sacramento. SI después de la preparación estas situaciones persisten, ¿cuál debe ser la actitud? ¿Qué forma de celebración puede o debe proponérseles?

1.5.8. Sitauciones de fe y diversidad de formas de celebración.

Vamos a proponer el diverso comportamiento, a seguir, teniendo en cuenta los criterios de la Familiaris Consortio, que comienza reconociendo:

«En efecto, la fe de quien pide desposarse ante la Iglesia puede tener grados diversos y es deber primario de los pastores hacerla descubrir, nutrirla y hacerla madurar. Pero ellos deben comprender también las razones que aconsejan a la Iglesia admitir a la celebración a quien esta imperfectamente dispuesto».

1.5.9. Situaciones de Fe, primer caso.

La permanencia en el increencia y rechazo de la fe. La actitud no admite dudas.

La misma FC reconoce: «Cuando, por el contrario, a pesar de los esfuerzos hechos, los contrayentes dan muestras de rechazar de manera explícita y formal lo que la Iglesia realiza cuando celebra el matrimonio de bautizados, el pastor de almas no puede admitirlo a la celebración. Y, aunque no sea de buena gana, tiene obligación de tomar nota de la situación y de hacer comprender a los interesados que, en tales circunstancias, no es la iglesia sino ellos mismos quienes impiden la celebración que a pesar de todo piden». Por tanto, en este caso, la Iglesia no puede imponer el matrimonio, los pastores tienen obligación de no admitirlos al sacramento, los mismos contrayentes no pueden exigir ningún tipo de celebración.

1.5.10. Situaciones de Fe, segundo caso.

Donde se presenta la verdadera dificultad, es el de los sujetos que permanecen con una fe insuficiente y ambigua». La FC, aunque reconoce no ser la situación ideal, aconseja admitir a la celebración a quien «está imperfectamente dispuesto», y esto por las siguientes razones: porque estos sujetos «están ya realmente inseridos en la alianza personal de Cristo con la Iglesia»; porque «dada su recta intención, han aceptado el proyecto de Dios sobre el matrimonio»: porque, al menos «de forma implícita, acatan lo que la Iglesia tiene intención de hacer cuando celebra el matrimonio»; porque, el hecho de que en su petición «haya motivos sociales no justifica un eventual rechazo por parte de los pastores». Las razones tienen su peso. A los novios que piden el matrimonio no suelen sobrarles los ritos, pero les falta la fe. Nadie duda que puedan tener una fe, lo que se duda es si esta fe es la que permite celebrar el sacramento.

El texto no tiene en cuenta que la situación señalada admite un más y un menos «cualitativo», que es preciso distinguir a nuestro juicio del siguiente modo: Si la situación en que permanece su fe es insuficiente en un grado tal que lesiona la validez del sacramento, y no manifiestan ningún deseo de búsqueda, desde una actitud purificada de condicionamientos y presiones externas, entonces no se les deberá admitir al sacramento, ya que éste sería inválido... Pero si no se da este peligro de invalidez y los novios, aun imperfectamente dispuestos, muestran un deseo de búsqueda, entonces se les podría hablar de dos posibilidades: celebración sacramental sin eucaristía, por regla general; o bien celebración civil y rito de acogida en vistas a una posterior celebración sacramental plena, lo cual sólo debería darse en casos excepcionales y en determinadas condiciones.

1.5.11. Situaciones de Fe, tercer caso.

Es el de los novios «verdaderamente creyentes». La Iglesia, después de haber acogido a los novios a una preparación conveniente, se alegra de poder celebrar con ellos el sacramento, sabedora de que por él no sólo consagra el vínculo matrimonial de dos de sus miembros elevándolo al rango de la sacramentalidad eclesial, sino que también ella misma crece y, se edifica en el amor conyugal hacia Cristo, su Esposo. Cuando existe esta fe, lo lógico y normal, lo coherente y exigido es la celebración: «el matrimonio cristiano exige por norma una celebración litúrgica, que exprese de manera social y comunitaria la naturaleza esencialmente eclesial y sacramental del pacto conyugal entre los bautizados».

 


[1] Catecismo de la Iglesia Católica 1621

[2] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A LOS FIELES LAICOS, extracto del numeral 12.









1.5.12. Celebración y fiesta litúrgica del matrimonio.

El matrimonio en la fe y ante la Iglesia es acontecimiento personal y eclesial que se hace fiesta, gratuidad y exuberancia; oración y rito. Pero para que así sea, es preciso haberlo preparado adecuadamente por una catequesis que introduce al sentido del símbolo, por una selección y disposición de elementos, por una distribución de funciones y ministerios.

Funciones y ministerios en la celebración.                                                                                       

1.5.13. Los novios.

Es evidente que la función principal en la celebración del sacramento del matrimonio la desempeñan los novios, verdaderos protagonistas y ministros de la celebración. A ellos les corresponde el preparar, con la ayuda del sacerdote, los diversos elementos de la liturgia matrimonial: elegir las lecturas e intenciones de la plegaria universal, los cantos y todas las partes adaptables, como son la invitación a intercambiar los consentimientos, la bendición y entrega de anillos, la bendición nupcial, la fórmula de conclusión. Más aún, siguiendo las orientaciones del mismo Ritual y con el consejo de personas competentes, podrían hacer uso de la facultad de introducir costumbres y usos propios de las civilizaciones locales compatibles con el espíritu litúrgico.

1.5.14. El Sacerdote.

En cuanto al sacerdote, ocupa en la celebración el puesto de testigo privilegiado de la Iglesia, y es no sólo el animador principal de la asamblea, sino también el «presidente nato» de la eucaristía, como lugar más propio de la celebración del matrimonio. Su misión es ayudar y animar a los novios para que realicen adecuadamente su ministerio, pero también prepararse a realizar el propio ministerio del mejor modo posible.

1.5.15. La asamblea.

La asamblea, por su parte, debe ser consciente de que su presencia y participación no es accidental sino fundamental en la celebración del matrimonio, pues por ella se manifiesta de un modo más claro la presencia de la Iglesia entera, ella misma es testigo del compromiso de los nuevos esposos y se compromete para animarlos y sostenerlos en la realización de su matrimonio en la vida. Sin asamblea creyente la celebración carece de uno de sus elementos más importantes.

1.5.16. Estructura y partes de la celebración.

En cuanto a las partes de la celebración son las siguientes:

a) Rito de acogida (acogida de los novios, entrada del cortejo, monición y rito

penitencial,

b) Liturgia de la Palabra (lecturas, cantos interleccionales, homilía).

 e) Celebración del sacramento (escrutinio, invitación e intercambio de consentimiento, confirmación del consentimiento y aclamación de la asamblea, bendición y entrega de anillos, oración universal).

d) Liturgia eucarística (presentación de ofrendas, plegaria eucarística, bendición nupcial, comunión).

e) Rito de conclusión (oración y bendición final).

Sin pretender analizar de modo pleno cada uno de estos elementos, queremos ofrecer algunas sugerencias para su realización. Sobre el «rito de acogida» puede iniciarse de dos maneras: o recibiendo a los novios y demás acompañantes en la puerta de la iglesia o bien junto al altar, en cuyo caso se suprime la procesión. Pensamos que es mucho más personal y humana la acogida en la puerta de la iglesia, para crear un clima de sencillez y familiaridad. La entrada deben hacerla los novios con el sacerdote una vez que los participantes están colocados, en su lugar, de modo que se resalte la acogida de la comunidad eclesial.

1.5.17. La liturgia de la palabra.

En comparación con las lecturas de los rituales antiguos y con las propias de la «missa pro sponsis» empleada hasta ahora, el leccionario matrimonial ha sido enriquecido de modo extraordinario. No sólo por la abundancia de textos que nos ofrece (28 textos), sino también por la variedad de contenido que encierran, adaptable a toda situación. A los novios les compete elegir las lecturas, preparar alguna breve introducción, pero no hacer de lectores. Al sacerdote le compete la homilía.

1.5.18. La celebración del sacramento.

Comienza con una monición adaptable, y con un «escrutinio en forma dialogada». Este escrutinio nace en un momento sociológico e histórico distinto al nuestro, debido a que no estaba suficientemente garantizada la libertad de elección, y permanece como símbolo de una libertad públicamente reconocida. Hoy sustituye al antiguo requerimiento a los presentes sobre posibles impedimentos.

Intercambio de consentimiento.

Seguidamente, el sacerdote invita a Intercambiar los consentimientos. Este gesto es ya doctrina tridentina, Completada por Pio X. confirmada por el Vaticano II y por el Ritual. Es un momento importante de manifestación pública del compromiso mutuo de entrega y aceptación. El nuevo ritual ofrece cinco fórmulas diversas a elegir por los mismos esposos, según su posibilidad y gusto.

Después, el sacerdote pronuncia una fórmula de «confirmación del consentimiento», por la que pide a Dios que bendiga y mantenga aquella alianza que los mismos esposos acaban de declararse públicamente. Es una respuesta de acogida y de gozo, que quiere encomendar a Dios, ante la Iglesia, se pide a la asamblea que con su aclamación (un canto, una respuesta, incluso un aplauso u otros signos) exprese su alegría y su acogida y apoyo a los esposos.

Bendición y entrega de anillos y arras.

A continuación, tiene lugar la bendición y entrega de anillos y también la bendición entrega de arras donde hay costumbre. Estos ritos que en otros tiempos eran de esponsales, y se hacían antes de la misma celebración del matrimonio, vienen a significar y explicitar la mutua entrega y aceptación en una alianza, que se basa en el amor, y quiere permanecer fiel para siempre. Por eso se dice: «N.., recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti». Nada impediría que en estos momentos los esposos se entregaran otros regalos, como signo de este compromiso…

La oración de los fieles.

La oración de los fieles que sigue quiere recoger la oración de los mismos esposos y de toda la asamblea, por aquellos que se han unido en matrimonio. Es el momento de expresar nuestras intenciones.

Liturgia Eucarística.

Ya dentro de la «liturgia eucarística» también hay diversos momentos importantes para los esposos.

Presentación de ofrendas.

El primero es el de la «presentación de ofrendas». Estaría muy bien que los mismos esposos presentaran el pan y el vino, quizás también, una vela y algún don para repartir al final entre los que participan (como se hacía antiguamente), e incluso la novia puede presentar el ramo para expresar la unión entre matrimonio y eucaristía (el cual recuperaría después de la comunión).

Bendición nupcial.    

Después del Padrenuestro tiene lugar la «bendición nupcial». Es una bendición que fue muy importante a lo largo de la historia del rito. Recuerda la bendición de Dios al matrimonio desde el principio de la creación, y se dirige no sólo a la esposa (como sucedía en otros momentos), sino a los dos. Se trata de que Dios siga bendiciendo hoy la obra de sus manos en ese matrimonio que nace del amor y la esperanza.

Aplicación a la celebración y la vida

1.5.19. Entre la exigencia y la misericordia.

«Cansados de tanta falsedad ritual», y movidos por un deseo de autenticidad, en los últimos años ha habido dos actitudes extremas de los pastores respecto a la acogida de los novios: una, la que negaba el matrimonio cristiano a quien no llegara a un nivel establecido de fe; otra, la que estaba dispuesta a acoger a todos, sin hacer ningún discernimiento de fe. Las dos posturas son deficientes, por rigorismo o por laxismo. Es preciso reconocer que sólo Dios puede juzgar de la fe profunda de los sujetos. Pero también hay que aceptar que Dios mismo nos ha encomendado la función del «discernimiento», para no dar por cristiano lo que no lo es, o por justo lo que es injusto, o por bueno lo que es malo... Y el discernimiento supone la acogida, el encuentro con los novios para un conocimiento de su situación de fe, la dilación del mismo sacramento a un momento posterior (acoger no es celebrar ya), la creación de unas condiciones de sinceridad y de libertad entre los novios... Todo esto es inevitable y necesario en una pastoral bien planteada y sincera. La opción de esta pastoral no puede ser sino «evangelizadora», es decir, de autentificación de actitudes desde una conversión o reconversión al evangelio. Pero, lejos de ser una «simple exigencia de nuevas formas», debe ir acompañada de una «oferta» de medios, de material, de catequesis digna y bien presentada y realizada.

La importancia de la participación

Es muy triste una boda en la que ni los novios ni los familiares, ni la comunidad (que no suele estar presente), participan de verdad. No hay cosa más triste que una fiesta sin palabra y sin canto, sin ambiente festivo y participación. Y, por desgracia, esto es lo que sucede en muchas asambleas de matrimonio. Preocupa más lo externo que lo interno, más la presencia que la sinceridad, más el banquete que la mesa del Señor, más los regalos del matrimonio que el mismo compromiso matrimonial...

Naturalmente, la participación no se improvisa: nace de la coherencia con otras participaciones, se prepara y se anima. Y esto es tarea si del sacerdote que preside la eucaristía, pero muy especialmente también de los novios. Ellos deben preocuparse de preparar con esmero este momento, el más grande, de su comienzo de matrimonio por la fiesta matrimonial cristiana: eligiendo lecturas, buscando alguien de la familia que lea, preparando los cantos y animando a los suyos a que canten, haciendo unas moniciones y preces, buscando el elemento musical, haciendo en suma que todos participen, desde el ejemplo que ellos mismos dan.

 




ORACIÓN Y MEDITACIÓN

«Los pastores de almas están obligados a procurar que la propia comunidad eclesiástica preste a los fieles asistencia para que el estado matrimonial se mantenga en el espíritu cristiano y progrese hacia la perfección. Ante todo, se ha de prestar esta asistencia... por la preparación personal para la celebración del matrimonio, por la cual los novios se dispongan para la santidad y. las obligaciones de su nuevo estado; por una fructuosa celebración litúrgica del matrimonio, que ponga de manifiesto que los cónyuges se constituyen en signo del misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia y que participan en Él» (C. I. C., can. 1.063).

«En cuanto al gesto sacramental de la Iglesia, la celebración litúrgica del matrimonio debe comprometer a la comunidad cristiana, con la participación plena, activa y responsable de todos los presentes, según el puesto e incumbencia de cada uno: los esposos, el sacerdote, los testigos, los padres, los amigos, los demás fieles, todos los miembros de una asamblea que manifiesta y vive el misterio de Cristo y de su Iglesia»

(Juan Pablo 11, Familiaris Consortlo, n. 67).

 


«Yo N, te quiero. a ti, N como esposa (esposo) y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, amarte y respetarte todos los días de mi vida»

(Ritual, n. 94).

 

«... Te suplicamos, Señor, por estos hijos tuyos: que permanezcamos en la fe y amemos tus preceptos; que, unidos en matrimonio, seamos ejemplo en nuestras costumbres y... manifestemos a todos el testimonio de Cristo».    Amén.

(Adaptación del Ritual, n. 104).