“El hombre y la mujer están hechos «el uno para el otro»: no que Dios los haya hecho «a medias» e «incompletos»; los ha creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede ser «ayuda» para el otro porque son a la vez iguales en cuanto personas y complementarios en cuanto masculino y femenino. En el matrimonio, Dios los une de manera que, formando «una sola carne», puedan transmitir la vida humana: «Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra». Al trasmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador.”[1]

INTRODUCCIÓN

Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina.[2]

OBJETIVO

Al finalizar el tema las parejas deberán identificar:

1) El legado de la cultura cristiana del único modelo de matrimonio.

2) Los aspectos que ponen la institución del matrimonio en crisis.

3) Porqué el matrimonio es una realidad de este mundo querida por Dios, considerando el valor humano del matrimonio.

4) Porqué el matrimonio es una vocación del hombre a realizarse en el amor.

5) Las vocaciones del hombre y la mujer ante Dios.

6) Los valores permanentes del matrimonio, al menos como ideal.

7) El sentido religioso del matrimonio.


[1] Catecismo de la Iglesia Católica 372

[2] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A LOS FIELES LAICOS, numero 11.

DESARROLLO

a) De acuerdo a las sesiones los objetivos se alcanzarán, como sigue:

Sesión 1  objetivos del 1 al 3

Sesión 2  objetivos del 4 al 7

b) Las citas bíblicas para cada sesión.

Reunión 1  Gen. 2,18; 21-25. Gen. 1, 26-31. Gen. 2, 22-24. Gen. 1, 28. Gen. 1, 27

Reunión 2  Rom. 11, 29. 1Tim. 5, 17. 1Co. 4,1-2. Rom. 8, 28-29. Mt. 19, 4-6. 1Co. 7, 32



1.1.1. Encuentro con la vida.

Nadie duda que el matrimonio es una de las realidades humanas más importantes y ricas de la vida. Aún configurado de una u otra forma, existió siempre y en todos los luga­res, como la forma más común y excelente de convivencia y amor, de generación y pro­pagación, de realización personal y social. Sin embargo, no siempre se han considerado, valorado y apreciado igualmente los diversos modelos de matrimonio de la historia.

1.1.2. El matrimonio en crisis.

La historia y la cultura cristiana nos han legado un modelo de matrimonio monogámico, considerado como el «espacio» único de relación sexual y generación, y fundado sobre un compromiso indisoluble.

Este modelo de matrimonio, que por supuesto admite diversas interpretaciones y aplicaciones, es hoy «contestado» por algunos sectores y grupos de jó­venes de forma especial.

Por eso se dice que «el matrimonio está en crisis».

La «contestación» del modelo matrimonial expuesto se manifiesta en una especie de «acusaciones» y de proposiciones «alternativas», como son: el matrimonio tradicional es una institución fracasada porque no ayuda a la realización personal, sino que es fruto del contrato y la ley; además está en oposición a las exigencias de la libertad y la sexualidad, a las que reprime reduciéndolas al espacio intramatrimonial; favorece situaciones de conformismo y alienación en una sociedad capitalista y burguesa que pretende prolongar sus autoritarismos y sistemas; es fuente de opresión de la mujer y de individualismo, impidiendo unas relaciones más abiertas y extensas; no acepta ni tiene en cuenta las ventajas del «matrimonio a prueba» o del «matrimonio más en común».(= comunas) como posibili­dad mejor de realización matrimonial.


Naturalmente, no pueden generalizarse estas actitudes y como «acusaciones» a todos los grupos sociales. Debe apreciarse la dosis de verdad que pude haber en tales valores. Y, sobre todo, deben tenerse en cuenta, a la hora de reflexionar sobre el matrimonio, los «nuevos» valores sobre los que se quiere solidificar esta realidad excelente. Tales valores los encontramos, por ejemplo: en la recuperación del amor como el centro del matrimonio, por encima del contrato, el interés o la conveniencia; en la defensa de la libertad, no sólo para elegir cl consorte, sino también para realizar la propia vida, vida matrimonial; en la superación de los autoritarismos y discriminaciones, en defensa de la igual y participación de todos en la vida familiar; en la mayor apertura y socialización del núcleo matrimonial-familiar, abriéndolo a otros grupos y responsabilidades; en el esfuerzo por convertir el matrimonio en un lugar de felicidad, gratificación y realización personal.

Todo esto son aspectos positivos: La Iglesia y el cristiano no pueden negar estos aspectos. Al contrario, creen que todo lo que es realmente humano y humanizante en el matrimonio, es también verdaderamente cristiano. Por eso, es preciso partir del matrimonio como realidad humana, para comprender también su verdadera riqueza cristiana.

Profundización en el sentido

1.1.4. El matrimonio, una realidad de este mundo, querida por Dios.

El matrimonio (compromiso y unión a dos en el amor) es una realidad terrena, secular, humana. Es la realidad más profunda y radicalmente humana. Prueba de ello es que los hombres de todas las épocas se han unido en matrimonio, considerándolo como un hecho planamente natural y humano. Este simple hecho muestra hasta qué punto se trata de una realidad que tiene por si misma sus valores, su sentido, su consistencia. 

En sí, el matrimonio no necesita ninguna añadidura de sentido religioso para tener sentido, y por eso tanto creyentes como no creyentes se casan sin dudar del valor de aquel acto. Pero, ¿por qué esto es así? ¿Está Dios ausente de esta realidad humana, o esta realidad humana es así porque ha sido querida por Dios? ¿Por qué el hombre se siente llamado a unirse a la mujer como reacción más natural? ¿A qué se debe esa fuerza y esa inclinación que nace de la profundidad de la naturaleza?

La respuesta de la Biblia es que se debe a Dios, que el matrimonio es una realidad de este mundo porque así lo ha querido Dios, que el hombre mujer son el centro de la creación porque Dios lo dispuso desde el principio. 

Se trata de una realidad que disfruta de la bondad, la dignidad, la autonomía de las cosas creadas en sumo grado. Una realidad que no hace falta «sacralizada» al estilo de las religiones paganas, ni mitificarla con arquetipos sexuales divinos (dios amante - diosa amante) para que tenga sentido. Sencillamente el matrimonio es la parte más excelente de la creación querida y obrada por Dios. Esto es lo que quieren decirnos en lenguaje sugestivo y acomodado a la cultura del tiempo los dos relatos de la creación en el libro del Génesis: Gen. 2,18.21-25: primer relato, más antiguo de hacia el siglo X. a.C. y Gen. 1,26-31: segundo relato, más moderno, hacia el siglo V a.C.

Del estudio de estos dos relatos se desprenden algunos puntos importantes que destacan el valor humano del matrimonio, así querido por Dios:

1.1.5. Hombre y mujer los creó: La secularidad del matrimonio, su valor humano y terreno no debe confundirse con la afirmación «no tiene nada que ver con Dios». Según los textos, el matrimonio tiene valor humano, porque así lo ha querido Dios. En él tiene su origen y su centro de sentido. Dios es su autor y su creador. El matrimonio es el resultado del amor creativo y de la voluntad soberanamente libre de Dios. El gran rito de consagración-bendición del matrimonio es el mismo acto creador de Dios... Y este acto de creación no es individualista o solitario: es una creación «a dos», como «macho y hembra», para formar «una sola carne» 1Co. 7, 4-5. El hombre total no existe como varón o mujer solos, sino como varón-mujer, como masculino-femenino. 

1.1.6. La sexualidad humana es obra de Dios: La diferenciación sexual, la atracción y mutua donación, radican en este ser creados a-dos, ordenados el uno al otro, que abarca la totalidad de la persona. La bisexualidad es la manifestación más clara de que Dios ha creado al hombre como ordenado a la mujer, y viceversa. La bondad de la sexualidad no puede estar mejor expresada: Adán y Eva estaban desnudos y no sentían ninguna vergüenza. Y es que el sexo goza de la misma dignidad que cualquier órgano del cuero (manos, ojos, boca), y es una dimensión constitutiva y esencial del mismo hombre creado. Sólo después de la tragedia del pecado, aquella bondad original comenzará a mezclarse con el dolor y la ambigüedad. Sólo entonces Adán y Eva comenzarán a sentir vergüenza.

1.1.7. Creados en igualdad para el encuentro: Los textos del Génesis insisten en la creación recíproca, la complementariedad y la igualdad entre el hombre y la mujer Gen. 2, 22-24. El varón necesita una ayuda adecuada, una parte con la que comunicarse a nivel de reciprocidad e igualdad. Ningún animal es esta ayuda. Sólo la mujer hace posible el encuentro, es el válido interlocutor, el «tú» en quien el hombre se descubre y reconoce a si mismo desde la igualdad. La imagen de la «costilla» es el recurso literario para indicar que el varón y la mujer coexisten al mismo nivel de persona humana, tienen el mismo origen, dignidad e igualdad. Por eso exclama el hombre: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!».

1.1.8. Colaboradores de Dios en la obra de la creación: La fecundidad del encuentro entre el hombre y la mujer no es la única finalidad de la diferenciación sexual, pero si es el resultado más importante de encuentro matrimonial en el amor. La fecundidad es el don matrimonial más excelente de Dios, es la colaboración más excelente del hombre a la obra de la creación Gen. 1, 28. Pero la fecundidad debe entenderse en el marco de una llamada a la colaboración creadora total, a la dominación del mundo, al progreso y la cultura, a la creatividad en todos los órdenes de la vida. Dios llama a procrear personas capaces de creatividad, creadores, no esclavos o abandonados o indefensos... Por eso se une: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla».

1.1.9. A imagen de Dios los creó: El hombre, en todo lo que tiene, en cuanto ser y ser-a-dos es y está llamado a ser «imagen de Dios» Gen. 1, 27. En cuanto hombre mujer representa el amor, la comunión, la fidelidad y la fuerza creadora de Dios. No solo es el portavoz de la imagen de Dios, sino también presencia del Dios vivo, memorial permanente de su presencia y sus atributos, generador de otras «imágenes» de Dios por los hijos, manifestador de la huella de Dios en la creación por sus obras creadoras, por su trabajo de humanización. Y si esto es así, no puede negarse, desde su misma raíz, la referencia del matrimonio a Dios, su profunda dimensión religiosa, trascendente.

 

 [1] Catecismo de la Iglesia Católica 372

[2] EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A LOS FIELES LAICOS, numero 11.





 


1.1.10.                    El matrimonio, una vocación del hombre a realizarse en el amor.

Tipos de Vocaciones Religiosas

Llamado del Señor

De acuerdo a la doctrina católica, al recibir el don del bautismo, en la fe cristiana, una persona también recibe un "llamado" de Dios. Esta doctrina se basa en un precedente bíblico: "Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios (Romanos 11:29)". Al tratar de entender el llamado de Dios, un creyente tratará de entender qué tipo de papel debe cumplir en la Iglesia católica. Éste será capaz de elegir entre una de las cuatro vocaciones. Sin embargo, ninguna vocación es más importante que las demás. Más bien, Dios llama a personas diferentes para diferentes vocaciones, y cada una de estas vocaciones sirve para ayudar a la Iglesia a mantenerse saludable y vibrante.

1.1.11. Sacerdocio.

1Tim. 5, 17 Un claro ejemplo de la estructura patriarcal de la Iglesia católica es el hecho de que los sacerdotes católicos cumplen funciones que las monjas católicas no pueden realizar. Las monjas no tienen permitido realizar ciertas tareas exclusivas de los sacerdotes, entre las que se incluyen la administración de sacramentos y la escucha de las confesiones privadas. Sin embargo, ambos (monjas y sacerdotes) comparten en común el hecho de practicar la vida de celibato. Los sacerdotes también atienden a aquellos que están sufriendo de enfermedades y aconsejan a los que sufren problemas como dificultades en el matrimonio, el encarcelamiento o la dependencia a drogas.

1.1.12. Vida religiosa.

Rom. 8, 28-29 Además de los sacerdotes, la Iglesia católica se beneficia del compromiso y el apoyo espiritual de muchas personas que actúan detrás de escena: hermanos y hermanas. Estas personas se dedican exclusivamente a la Iglesia, tomando los votos de pobreza, castidad y obediencia. Esto significa que van a vivir donde se les asigne, van a abstenerse de involucrarse en relaciones románticas o sexuales, y seguirán las orientaciones de sus superiores. Los monjes y monjas también siguen esta vocación, y gran parte de sus vidas austeras la dedican a la oración comunitaria y a prestar servicios generales a la comunidad católica.

1.1.13. Matrimonio.

Mt. 19, 4-6 El matrimonio es la única vocación en la cual se permite el sexo. Sin embargo, el sexo en el matrimonio católico no es considerado un hecho indispensable. Por el contrario, a un hombre y una mujer que se unen en matrimonio, se les insta a cuidar sus votos matrimoniales: "Hasta que la muerte los separe, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, para mejor o peor". También se les anima a ver sus cuerpos como sacramentos de la vida, capaces de formar una familia. Los padres y los niños están invitados a participar como voluntarios en la Iglesia católica. De hecho, los hombres casados ​​pueden cumplir la función de los diáconos en la Iglesia, que son responsables de la predicación, la enseñanza, la administración de la Santa Comunión y la atención de las necesidades de los miembros marginados de la congregación.

1.1.14. Vida de soltero (celibato).

1 Co. 7, 32 Algunas personas no eligen voluntariamente ser solteras. Sin embargo, si no se han casado aún, los miembros de la Iglesia católica deben reconocerlas como tales. Esto significa que deben vivir una vida de celibato, priorizando la castidad por encima de la promiscuidad. Los miembros solteros de la Iglesia son capaces de ayudar de formas que las personas casadas no pueden. Son invitados a invertir su tiempo, dinero y talento para ayudar a la Iglesia a llegar a la comunidad. Además, a diferencia de las parejas casadas, estas personas se encuentran a menudo dispuestas a viajar si es necesario con el fin de ayudar a los misioneros o incluso en rol de enviados.[1]

1.1.15. El matrimonio como vocación.

El matrimonio no sólo es una realidad humana querida por Dios, es también una exigencia, una necesidad y una vocación del hombre para su realización plena. Si partiendo de Dios descubrimos lo que es el matrimonio (punto de vista bíblico-teológico), también podemos descubrirlo partiendo del mismo hombre, del misterio y las características más profundas de la persona humana (punto de vista antropológico-personalista).

De este modo descubrimos cómo los planes de Dios se encuentran con las aspiraciones más hondas del hombre, y vemos cómo lo que Dios quiere es justamente lo que los hombres buscamos. Los límites de la humanidad son los comienzos de la divinidad. En las fronteras más hondas del hombre siempre se encuentra Dios... Para descubrir esta «coincidencia» vamos a fijarnos en varios aspectos:

· el hombre es un ser como los demás,

·  sobre todo, en el amor,

· a través de un cuerpo,

· sexuado o diferenciado sexualmente.


[1] Descubriendo mi Vocación https://condiosdescubromivocacion.blogspot.com/


1.1.16. El hombre y mujer son un ser como los demás: Nadie duda de esta afirmación y realidad. No somos en solitario, sino con los demás. Por eso buscamos y necesitamos la comunicación, la interrelación. Los otros son la posibilidad de ser, de conocerse, de reconocerse y realizarse. En los otros vemos nuestra coincidencia y nuestra diferencia. El ser con los demás es un constitutivo de la propia persona, pertenece al mismo núcleo personal. Pues bien, el matrimonio es el lugar privilegiado, el punto más significativo de la relación interpersonal, del ser con los demás. Es un ser-con-los-demás concentrado en el ser con el otro, a un nuevo nivel: el nivel de una comprensión, aceptación, entrega... que no son comparables a ninguna otra relación.

1.1.17.  Hombre y mujer son un con los demás en el amor: EI acto de comunicación y relación más perfecto es el amor. El amor como acogida, afirmación y búsqueda del otro, como comunicación mutua y realización, es lo que mejor nos lleva a descubrir el sentido del «ser con los demás». Sólo cuando amo a alguien puedo comprender en verdad lo que significa ser y estar con el otro», en un gozo y una gratificación incomparables. Claro que esto sucede si se trata de un verdadero amor, es decir, un amor que se da y se recibe, que afirma al otro, que lo promociona, que es justo y hace libre, que se da sin medida... Pues bien, lo que también ahora decimos es que el matrimonio es la forma privilegiada de ser con el otro en el amor. Es verdad que existen diversas formas de amor, como son el amor filial, el paterno, el de amistad o caridad... Pero, desde un punto de vista humano, el matrimonio es la forma y el grado más completo e integral del amor interpersonal, ya que abarca todos los estratos del ser: el espiritual, psicológico, corporal, afectivo... Esta es la grandeza y el misterio del matrimonio.

1.1.18. Hombre y mujer se comunican a través de un cuerpo: El hombre sólo existe en un cuerpo, es una «coexistencia corpórea». Y sólo se relaciona, comunica y expresa por su cuerpo. Por eso se dice que el cuerpo es el primer símbolo del hombre. Ahora bien, este cuerpo que es medio expresivo, lenguaje vivo y comunicativo, presencia y transparencia... también es para nosotros límite, finitud, barrera y traba. ¿Por qué? Pues porque por el cuerpo nunca somos todo lo que queremos ser, ni decimos toda lo que queremos decir, ni hacemos todo lo que queremos hacer. De ahí que nos topemos con la resistencia de la enfermedad, de la falta de palabra, del errar, de la figura concreta que tenemos... Más aún, a veces el cuerpo es también máscara, engaño, encubrimiento, porque por él expresamos externamente una cosa e internamente pensamos otra. El cuerpo, en ésta su ambivalencia, se nos presenta como misterio.

1.1.19.  Hombre y mujer diferenciados sexualmente: Este es el último aspecto importante del hombre. La diferenciación sexual es fundamento de la alteridad, de la comunicación e inclinación al otro, del amor, de la misma diferencia corporal. El hombre sólo es sexuado: masculino o femenino (aunque también haya restos de feminidad o masculinidad en el sexo contrario). No se trata de una dimensión accidental, sino esencial del hombre: algo que impregna todo nuestro ser y personalidad. La sexualidad humana es incomparable con la sexualidad animal, porque es fuente de relación interpersonal y de amor, porque es sexualmente humanizada... Y en el matrimonio, de la misma que entra el ser con el otro, y el amor, y el cuerpo, también entra la sexualidad, la diferenciación. Más aún, el matrimonio es la forma más excelente de realización del hombre como realidad sexuada, precisamente porque implica todo lo anterior. Claro que el sexo, lo mismo que el cuerpo, no está exento de ambigüedad y misterio: puede ser apertura o cerrazón, amor o egoísmo, fuente de vida o negación e instrumentalización.

Aplicación a la celebración y la vida

1.1.20.  Valores permanentes del matrimonio.

Los valores humanos permanentes del matrimonio son los valores que se desprenden del mismo ser matrimonial, de la esencia del ser del hombre y la mujer en el amor comprometidamente. Estos valores debed ser aceptables y realizables en todo matrimonio, al menos como ideal. También desde la fe será precisó asumir tales valores, porque en definitiva el sacramento del matrimonio, es el matrimonio mismo, y los valores del sacramento tienen como supuesto y fundamento los mismos valores del matrimonio. ¿Cuáles son estos valores permanentes?

1.1.21. El amor: que abarca al hombre total: podrá vivirse o expresarse de una u otra forma este amor, pero lo cierto es que sin amor no hay verdadero matrimonio. Es un amor que no excluye ningún aspecto de la persona humana, sino que abarca al hombre total: sentimiento y voluntad, cuerpo y espíritu, sexo, eros y ágape.

1.1.22. La mutua e incondicional aceptación: el mismo acto supone la aceptación del otro sin condiciones. El amor condicionado no es amor pleno. Se aceptan las cualidades y los defectos, lo positivo y lo negativo, las alegrías y las penas, el pasado, el presento y el futuro de aquel a quien se ama.

1.1.23. La unión permanente y la fidelidad: La fidelidad es la forma en que se concreta la aceptación incondicional. La prueba de que aceptamos a alguien en verdad es que le permanecemos fieles, por encima de veleidades o vicisitudes. El amor verdadero también tiende a ser fiel, duradero, permanente.

1.1.24. La creatividad y procreación: La creatividad mutua, la realización conyugal, la procreación son fruto del amor entre la pareja. La relación interpersonal y la sexualidad también apuntan en el mismo sentido-: la creatividad y la procreación. No es que éste sea el último sentido y función de la sexualidad y el amor. Pero si es uno de los más importantes, y no se puede excluir.

1.1.25. Finalmente, la publicidad e Institución: éste es otro elemento antropológico funda-mental del matrimonio. El matrimonio es no algo privado, sino algo que afecta a la sociedad, a la comunidad, Por eso debe expresarse, por eso la misma comunidad tiene un cierto derecho a intervenir. Cuando el matrimonio se reduce a algo como «clandestino», cuando el amor teme manifestarse por algo, es prueba de que padece alguna deficiencia.

1.1.26. Sentido religioso del matrimonio.

Dios no puede estar ausente de la obra de sus manos. El matrimonio, que tiene como esencia la relación interpersonal entre hombre y mujer en el amor, es todo él como una gramática abierta sobre Dios, como el grito de Dios desde las fibras más hondas y las inclinaciones más profundas del ser humano. Los mismos «déficit» y «superávit» de estas características del matrimonio nos hablan de está llamada a la trascendencia, de esta referencia hacia el Absoluto... El matrimonio es relación con el otro humano, pero ¿acaso este otro responde a mis aspiraciones en plenitud? Su limitación me está diciendo que detrás está la plenitud del TU divino.

El matrimonio es también amor, pero ¿no vemos en este amor la limitación y el riesgo, la aspiración hacia un amor que no logramos alcanzar? Es porque este amor apunta al otro AMOR, al amor qué sin negar lo humano lo asume hasta lo divino (1 Co. 13, 4-7). Igualmente hemos dicho que el matrimonio es relación corpórea por un cuerpo sexuado, y sin duda el matrimonio es el marco más perfecto de expresión y comunicación sexual. Pero, ¿no se convierte el sexo y el eros en fuente de aspiración no alcanzada, en limitación y riesgo? Detrás del placer y del goce, más allá de la bondad, de la física relación, hay siempre una llamada a la felicidad sin límites, una aspiración a la infinitud que permanece sin reducirse a un momento pasajero.    




ORACIÓN Y MEDITACIÓN

«La unión matrimonial que es bendecida por el sacerdote, fue bendecida ya por Dios en la creación, según lo que está escrito: "Dios creó al hombre, a su imagen los creó, macho y hembra los creó, y los bendijo diciendo: creced y multiplicaos" (Gen 1). Pues de modo semejante a como se hizo en el paraíso se hace hoy en la Iglesia».[1]

«Señor, Dios nuestro, que al crear el género humano estableciste la unión entre el hombre y la mujer: une en la fidelidad del amor a estos hijos tuyos que celebran su boda, para que, amándose sin egoísmo, den testimonio de tu amor».[2]


[1] San Isidoro de Sevilla. De eccL off. II, 20, 5.

[2] Ritual del matrimonio, n. 185